domingo, 11 de septiembre de 2011

Epístola a Ella

Que espacios para mas claros
nos dejó el tiempo otorgado,
otro legado trunco del nunca más,
nunca más amarás,
del célebre quiebre y faustoso final,
es mas la paz del inerte.
Suerte de amorío que envolvió y muere en odio,
tragicomedia casera nacerá, el miedo a la soledad,
impera y suele a darle al alma entera,
pobre toda la fragilidad.
Mañana ahí estoy, escogí una vida baldía y marcho
me guía el desazón de la garganta extrañando marzo,
acaso el ocaso supo pintar sobre manso
mi romance demencia
es esencial, voltear la página y mirar,
lágrimas se escoden en parpados
amargos tragos nos unen,
nadie es inmune al olor del mar
tampoco al dolor de amar
Ahora solo me abordan sinfonías y te las regalo todas,
son epitafios ilusorios, episodios cruentos,
a cementerios y lamentos
y un mausoleo triste, enviste mis sueños.

Cerca del perdón el mundo nos deja un gesto,
un triste beso, un viejo traste,
donde entono un verso,
para curar fisuras del alma
y soñar olvidar lo nuestro.
Mas tarde cuando se esconda la culpa y el tedio,
beberemos del vacío del ósculo inconforme
al labio de otro de otra,
masticar las costras y saber que hiere
y que hiela por fuera, me costé la alegría
y por dentro la cruel poesía letal,
pulula ciega y loca ansiedad.
De tu olor en mi cama, de tu pelo en mi cara.
Me arde, por dentro pido perdón
si perdí las palabras en secreto
y malogré el boceto, niego quebradas.
Agujero donde te escribo mi epístola, Pierina
por que los fuegos calcinan los leños,
dejando un silencio propenso a decir te quiero,
pero mejor me sale un hasta luego.

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